viernes, 4 de junio de 2010

No más indeseables en suelo peruano

Creo que todos nos sentimos afectados por la reciente liberación de la gringa Lori Berenson y el crimen de la hija del empresario circense y automovilista deportivo Ricardo Flores, a manos del holandés Joran Van Der Sloot.

Ayer leía que el actual Vice-Presidente de El Salvador, Salvador Sánchez, le ha ofrecido trabajo a la Berenson, a quien conoce desde la época en que fue su colaboradora en el frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), y que, maquillado políticamente, hoy detenta el poder en esa nación centroamericana.

Por otro lado, la noticia del crimen de la chica Flores ha tenido una repercusión internacional más allá de nuestros cálculos, al salir a la luz el tema de la desaparición de una joven turista norteamericana en Aruba, ya hace 5 años. Al parecer, Van Der Sloot era hijo de dos magistrados holandeses, con cuya ayuda pudo evadir a la justicia por falta de pruebas.

Surgió en mí la inquietud de crear un Registro de Indeseables, como medio de protección del Estado para evitar, o al menos paliar, el ingreso a nuestro territorio de este tipo de elementos, que tarde o temprano terminan replicando en nuestro suelo los mismos hechos que protagonizaran en otros.

En el pasado han existido ejemplos al respecto, y que han dado resultados. Uno de ellos es la muy vaquera lista de los “10 Most Wanted" de Estados Unidos, que en su oportunidad sirvió para condenar públicamente a Fernando Zevallos, el ex-presidente de Aerocontinente. Zevallos purga actualmente condena en un penal de nuestro país por narcotráfico.

Lo mismo pasó con la famosa "Baraja de la Muerte", que consistía en un juego de naipes con las fotografías de los principales esbirros de Saddam Hussein, incluido este último como as de espadas.

Podrá decirse que se trata de una pretensión anti-jurídica o anti-constitucional, pero el ingreso a un territorio que no es el propio puede, debe, y de hecho está sujeto a la "discrecionalidad" de los funcionarios del país receptor. Si no, que hablen todos los que hacen su colaza en la embajada norteamericana, en la que por menos te niegan la visa, sin más juicio que el buen o mal humor del gringo que te hace la entrevista.

Aunque siempre habrá alguien que se cuele, algo así nos hubiera permitido impedir el ingreso de gente que viene solamente a jodernos la vida, como el par de miserables que hoy motivan estos comentarios.