jueves, 12 de marzo de 2009

Criminalidad Actual

Toda la población se halla consternada por el crimen de una pobre criatura, de tan solo 8 añitos, a manos de sus secuestradores, los que resultaron ser la prima y el enamorado de esta última.

Causa estupor ver como gente que aparenta ser de lo más normal puede ser capaz de semejante canallada, tratando a este angelito como si se tratara de un pollo, una vaca, o cualquier animalito al que se da muerte a fin de alimentarnos.

En lo que constituye una vergüenza adicional, el maldito resultó siendo estudiante de medicina, es decir, alguien de quien debe suponerse antepone la vida a la muerte, y está destinado a luchar por la primera en contra de la segunda.

Ahora se habla de cadena perpetua, porque en nuestra legislación no se contempla la pena de muerte, pero dada la edad de ambos, 20 años, están sujetos al beneficio de la responsabilidad restringida, al que pueden acogerse los adultos de 18 a 21 y los mayores de 65 años. En tal sentido, lo más probable es que los condenen a 25 años, y que con buena conducta salgan de prisión a sus treintas. ¿Es esto posible?

Hace mucho que quien esto escribe está en favor de la pena capital, por considerar que nuestra sociedad, en su contexto actual, se ha mostrado incapaz de resocializar delincuentes. Paso a explicarme.

El primer punto es que los delincuentes de hoy son el resultado de una sociedad absolutamente degenerada, carente de valores, porque ese ha sido su curso en los últimos 100 años. En efecto, el último siglo ha sido testigo de las más grandes canalladas de la historia, incluidos magnicidios, guerras mundiales, grandes genocidios, la aparición de la mafia, el narcotráfico, el terrorismo, las maras, los criminales en serie, la pornografía, la prostitución infantil, la pedofilia, el rock satánico, etc.

Toda esta porquería que tanto nos hiere, se da a niveles que exceden su ámbito geográfico, pues con la aparición progresiva de la radio, la televisión, el cable y la internet, alcanza niveles de difusión tales que lejos de reprimir, exalta los más bajos instintos del ser humano, llegándose a convertir en ejemplo para otros perversos que nunca faltan.

Ante tan desigual situación, las posibilidades de resocialización son mínimas, porque el delincuente ingresa a centros penitenciarios que en vez de readaptarlos los perfeccionan en el crimen, una especie de universidades del mal, de donde salen para cometer las mismas o aun peores fechorías.

Es más, las prisiones no pueden ser otra cosa porque cuentan con grandes patios, más parecidos a polideportivos que a cárceles, como talleres para reducir sus penas, ingresan el alcohol, las drogas y hasta las putas, y cuentan con celulares y laptops con conexiones inalámbricas a internet, con lo que pueden proseguir sus actividades criminales con la mayor impunidad.

Mientras el presidio no sea algo que temer, es decir, consista realmente en cubículos con rejas, con un catre, un lavabo y un water, en absoluta soledad, sin comunicación con el medio externo ni gollerías, como tampoco acceso carnal o a estimulantes que desinhiban a estos degenerados, es prácticamente imposible desterrar el crimen, o al menos disuadir a los malhechores para que no vuelvan a incurrir en la comisión de delitos.

Y para aquellos cuyos grados de perversión atentan contra lo más desvalido de nuestra sociedad, como la niñez y la ancianidad, las sanciones deben ser absolutamente ejemplificadoras, incluyendo la pena de muerte, a fin de erradicar a estos malditos e intimidar a sus congéneres.