viernes, 16 de noviembre de 2007

Mi casa era un hotel de familia

Yo tenía en casa una habitación que me sobraba, y terminé habilitándola como cuarto de huéspedes. Aun así, me parecía raro que siempre que venían mis padres se iban de frente a ese cuarto, porque le había puesto una tele y cable. Lo mismo pasaba con mis hermanos, que se metían ahí y no hablaban con nadie.

Hace unos días decidí dejar de usarla como tal y convertirla en desván, porque había un montón de cosas que no teníamos donde meterlas. En realidad, yo estaba arreglando la casa para tenerla bonita para el santo de mi hija. Justo ese día se apareció mi familia, y de frente se fueron a ese ambiente. Cual no sería su sorpresa al ver que estaba llena de cosas, y que ya no funcionaba como cuarto de visitas. No les quedó otra que salir y departir amablemente en la sala con el resto de los invitados.

Han pasado ya semanas de eso, y de mi familia no sé nada. Mi padre no viene, mi madre apenas llama por teléfono, y de mis hermanos sé muy poco. Cuan cierto era lo que decía mi mujer, que ellos lo habían cogido de embajada, donde fumar y echarse a ver la tele. Pero de relacionarse con nosotros nada, porque de frente se encerraban ahí.

Felizmente eso se solucionó, de modo que ahora vienen esporádicamente, y ya saben que no cuentan más con las mismas gollerías. No deja de darme pena, y es más triste cuando se trata de tus propios padres, pero ya ven que el utilitarismo no discrimina, ni siquiera a la propia familia.