viernes, 23 de noviembre de 2007

Mamarrachos reclaman Premios

En el colmo de la conchudez, la sarta de futbolistas mamarrachientos que integran la selección andan reclamando premios por los puntos ganados.

De los 12 puntos en disputa, han ganado sólo 2, tras perder con Chile y Ecuador, y obtener dos empates como locales ante Paraguay y Brasil. Cabe preguntarse si estos tipejos merecen o no los premios de marras.

En el partido en Santiago tras producirse el segundo gol chileno se dedicaron a hacer pasar el tiempo, como tratando que no les siguieran llenando la canasta. En Quito si se la llenaron, pero en el colmo de la desvergüenza el negrito Mendoza esbozó una sonrisa cachosa tras meter el mal llamado gol de honor, tras ir perdiendo 5 a 0.

En lo que respecta al partido con Paraguay, la sacaron gratis, por no decir barata, porque los del "chaco" estaban para golearnos, y sólo su mala suerte lo impidió. En el partido con Brasil se obtuvo un empate, el que no deja de ser de local, y que pudo ser un resultado peor si ese cabezazo en el instante final del match no impacta contra el travesaño del arco peruano.

En lo que a mí respecta, no hay que darles nada. Ellos no han jugado como debían ni como podían, y no han ganado 2 puntos como local, sino que han perdido 4. Sólo deberían premiarse los triunfos como local y los empates como visitante. El resto son pamplinas.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Mi casa era un hotel de familia

Yo tenía en casa una habitación que me sobraba, y terminé habilitándola como cuarto de huéspedes. Aun así, me parecía raro que siempre que venían mis padres se iban de frente a ese cuarto, porque le había puesto una tele y cable. Lo mismo pasaba con mis hermanos, que se metían ahí y no hablaban con nadie.

Hace unos días decidí dejar de usarla como tal y convertirla en desván, porque había un montón de cosas que no teníamos donde meterlas. En realidad, yo estaba arreglando la casa para tenerla bonita para el santo de mi hija. Justo ese día se apareció mi familia, y de frente se fueron a ese ambiente. Cual no sería su sorpresa al ver que estaba llena de cosas, y que ya no funcionaba como cuarto de visitas. No les quedó otra que salir y departir amablemente en la sala con el resto de los invitados.

Han pasado ya semanas de eso, y de mi familia no sé nada. Mi padre no viene, mi madre apenas llama por teléfono, y de mis hermanos sé muy poco. Cuan cierto era lo que decía mi mujer, que ellos lo habían cogido de embajada, donde fumar y echarse a ver la tele. Pero de relacionarse con nosotros nada, porque de frente se encerraban ahí.

Felizmente eso se solucionó, de modo que ahora vienen esporádicamente, y ya saben que no cuentan más con las mismas gollerías. No deja de darme pena, y es más triste cuando se trata de tus propios padres, pero ya ven que el utilitarismo no discrimina, ni siquiera a la propia familia.