martes, 22 de julio de 2008

Johana San Miguel, Chancha Pufi...

Yo me pregunto de que le ha servido a Johanna San Miguel darse siempre la parte de que es rubia, y que salió del Villa María. Hoy está convertida en teledifusora de cada pedo que se tira cualquier artista vernacular, llámese Sonia Morales, Dina Páucar o Abencia Meza, o de cualquier otro esperpento que forma alguna nueva agrupación chichera.

La conocimos en "Carmín", una telenovela de exportación en la que fungía de estudiante de un instituto superior, de esos que hasta ahora albergan a la pituquería que no quiere ir a la universidad. Por lo menos en ese papel, la "gorda" se mostraba a la altura de su status. Pero hoy me da vergüenza ajena verla ganarse los frejoles teniendo que aguantar el hedor que seguro emana de la indiada con la que se codea día a día.

En otros artículos yo he hecho alusión a mis ideas clasistas y racistas, y no voy a comenzar a negarlas; por el contrario, las reafirmo. Cuando uno tiene una tez blanca, unos ojos azules, una estatura por encima del promedio, y sabe que se debe a varias generaciones de antepasados que supieron cuidar su raza, evitando a toda costa el "enmarronecimiento" de su prole, hay que sentirse orgulloso y comprometido con la tarea de sostener una estirpe.

Qué asco por ella, tener que rebajarse al nivel del lumpen, de gente que en otros tiempos no pasaba de ser una empleada doméstica, y que hoy la maldita indiada ha convertido en sus nuevos ídolos. Si al menos me dijeran que se trata de gente con cualidades intelectuales, que se visten mejor, que saben vivir, podríamos reconsiderar nuestra posición. Pero no es así, porque esos personajes siguen viviendo en los conos, tienen un gusto espantoso para vestirse, no se han quitado el "mote" a la hora de hablar, y viven de lo que le gusta a la chusma.

Te me caiste "gorda", y no te digo "gringa" porque hace tiempo perdiste el derecho de que te sigan llamando así.