viernes, 28 de mayo de 2010

Una izquierda impresentable

Cuando joven, solía sentir mucho respeto por la izquierda peruana. No era zurdo, es cierto, pero me merecían aprecio Alfonso Barrantes, Carlos Malpica, Enrique Bernales, Manuel Dammert, y el propio Jorge del Prado, por mencionar sólo algunos. Veo con pena que de aquella Izquierda Unida no queda nada. Hoy han sido reemplazados en el imaginario popular por ignorantes y mafiosos, salidos del lumpenezco Sindicato de Trabajadores de Construcción Civil, que han convertido a la CGTP en un antro de perdición, títere del nacionalismo humalista.

Esta nueva izquierda es la misma que se quedó calladita durante el tiempo de Fujimori. En esa época no hacían huelgas, ni marchas, ni nada que se le parezca. Ahora, envalentonados por la actitud tetelemeque de Alan García, se sienten con el suficiente poder como para movilizarse en torno a las deleznables demandas de cocaleros, indígenas, mineros informales, e imponer la agenda política.

Valgan verdades, la cosa no comenzó con este gobierno, pues es un rezago del toledismo. Ya entonces le hicieron unos cuantos paros con toma de carreteras que le costaron la cabeza a su ministro Rospigliosi.

Ahora todos se quejan, y tenemos programas noticiosos, radiales y televisivos, que les hacen la guardia, como al tránsfuga de Mekler, al incendiario de Lescano, al irreverente de Vitucho García Belaúnde, al neurótico de Abugattás, y hasta a las narcoparlamentarias. Esta basura es la que ahora dicta el curso de la noticia, y los medios, "bien, gracias" les dan tribuna, porque siempre tienen algo que decir. Nada les huele, todo les apesta. Eso sí, a la hora votar lo hacen como siempre, de acuerdo a sus más cochinos intereses.

Ayer tarde Alan salió a decir que Fujimori corría el riesgo de sufrir un cambio de regimen penitenciario, sólo por estar recibiendo masivamente a las madres del vaso de leche. Valdría la pena recordarle a García que no se pueden dictar normas con nombre propio, y que Fujimori, nos guste o no, no es líder de una horda terrorista, sino de un movimiento político, del cual podemos discrepar, pero no censurar.

Fujimori cumple condena por delitos comunes, y en tal sentido no tiene menos derecho que cualquier otra persona en similar situación. Si lo visitan 10, 20, 30, 100 personas, eso es cosa que nadie tene derecho a regular o impedir; salvo que se quiera victimizarlo políticamente, en cuyo caso obtendrían un resultado absolutamente contrario a sus propios intereses.

Hace dos días, vimos como los propios nacionalistas de izquierda, obviamente dirigidos por el títere chavista con cara de cholo estreñido, Ollanta Humala, se negaron a suscribir el informe que denuncia los abusos de Petrotech, esa misma empresa que se vincula con los petroaudios, y que supo colocar toda su plana mayor en Perú Petro, desde la época del chino. Esta empresa ha defraudado al fisco (vía evasión y elusión) por aproximadamente 300 millones de dólares. Claro, se mueren de miedo de quemarse con Rosa María Palacios, esposa de Varillas, uno de sus inversionistas principales, o tocar a Carlos Herrera Descalzi, ex-Ministro de Fujimori, que es el tonto útil que le da todos los argumentos a Humala y su recua para que salgan a hablar del gas.

Cada vez me convenso más que la solución para este tipo de gallinas, que saltan cuando pueden, y si no se encierran en sus casas orinando los pantalones, es un régimen fuerte, de ultraderecha, que neutralice a tanto pobrediablo que busca encaramarse sin la menor capacidad. Así podríamos terminar con los delincuentes albañiles, los profesores del SUTEP que no quieren exámenes, los mineros aluvionales, los cocaleros no reconvertidos, los aborígenes que creen ser un estado dentro de otro estado, y hasta los conchudos regionalistas que quieren que el gas no se exporte, cuando los particulares ya hicieron toda su inversión y construyeron los pozos y los gasoductos.

Un pais al revés, en el que todo es un desmadre, y donde no aparecen líderes sapientes, concientes, que hagan recordar a esos otros políticos de antaño, que le dieron a la izquierda sus bríos, y con los cuales había que confrontar en un plano más elevado que la feria de náufragos y comechados en que hoy se ha convertido el Congreso.