sábado, 31 de mayo de 2008

Tanta huevada por un perro de mierda

Solamente en nuestro pais puede ocurrir que el Congreso se esté ocupando de investigar la muerte de un perro come pollos a manos (o a balas) de un parlamentario. Puedo entender a los dueños del perro, un par de cholas de mierda que se trepan de la situación para tener su cuarto de hora de fama y salir en los noticieros; pero lo que sí es el colmo, porque no se trata de cualquiera, es toda la parafernalia dispuesta para el interrogatorio del "canicida", con harta gente, incluidos congresistas, visitantes, periodistas, las dueñas del perro... Es decir, un tremendo chongazo por la muerte de un perro que de seguro estaba hambriento.

Yo me pregunto como es posible que pretendan sancionar a una persona que da muerte a un animal que devoraba sus aves, y que por ser congresista ya le quieren zampar la quincha. Osea, ni con motivo el pobre infeliz puede hacerle nada al perro, pese a que defendía sus animalitos. En cambio, un perro, ese tal Lay Fun, seguro que tenía dueño, pero a ese fulano no le pasó nada. Y yo me pregunto ¿existe alguna ley que autorice a un cristiano a convertir a su mascota en asesino, por más ratero que sea su víctima?

Realmente, este pais está al revés. Lo que antes vendía era que el perro matase al "choro", así el primero tuviera dueño. Nadie se preocupó si el delincuente de marras dejaba familia. Por el contrario, un huevo de gente salió a solidarizarse con el animal, y hasta lo premiaron incorporándolo a la policía, al punto que ya desfila en la parada militar de 28 de julio como si se tratara de todo un personaje.

Hasta ese día, el perro de mierda me hacía recordar a Mario Poggi, tristemente célebre psicólogo y asesino, que terminó blandiendo su crimen para hacerse de fama, escribir un libro e iniciar una carrera actoral.

Lo que ocurre es que ahora lo que vende es emprenderla contra este pobre infeliz del congresista Miro Ruiz, que mató a un perro porque andaba comiéndose sus gallinas. Grandes blufs o cortinas de humo, que no hacen nada más que desviar la atención de cosas más importantes, o bien son aprovechadas por los medios porque la estupidez, en este mar de idiotas, vende.