miércoles, 28 de mayo de 2008

Y sí pudieron matarlo...

La extraña muerte de Alejandro Romualdo, vate peruano cuyo poema más trascendental "Canto Coral A Túpac Amaru II" (más conocido por todos como "Y No Podrán Matarlo") acompaña nuestras clases de lenguaje y literatura desde hace cuchucientos años, no hace más que confirmarme lo tragicómico del destino de muchos de nuestros poetas.

Comenzaremos por Abraham Valdelomar (1888-1919), que siendo tan "pituco" vino a morirse a consecuencia de la lesiones sufridas tras caer de un tercer piso al basural anexo al hotel que lo alojaba en Ayacucho. Sí, ya sé que Wikipedia dice que se cayó de las escaleras, pero todos los peruanos sabemos que esa no es la verdad de la milanesa.

Sigamos con José Santos Chocano (1875-1934), que mató en duelo al periodista Edwin Elmore, para terminar sus días asesinado en un tranvía de Santiago de Chile por otro descendiente británico, de apellido Bruce.

Finalmente, César Vallejo (1892-1938), que no sé hasta ahora como carajo supo que se iba a morir en Paris y en un jueves de aguacero.

Al parecer, Romualdo habría muerto víctima de una golpiza, como él mismo describe en el poema de marras: "... sus pómulos con golpes ...". ¿Será que estos grandes poetas andan llamando a las desgracias, incluidas las propias? Deja mucho que pensar, ¿No les parece?