jueves, 11 de junio de 2009

Nicolás Yerovi retrata a Keiko Fujimori

A continuación transcribo un interesante artículo de Nicolás Yerovi. En este caso, mis palabras salen sobrando, pero debo expresar mi pleno respaldo al tenor del mismo.

Tal vez ya olvidamos algunos episodios que dibujan a una hija desamorada e interesada, que hoy posa amorosa y tierna con una criatura en brazos y un esposo de apoyo en segundo plano. Nos informamos a través de los medios de madres que abandonan a sus hijos, pequeños aún, por diferentes motivos, sea en parques, puertas de domicilios, baños, etc. No nos informan de adultos que abandonan a sus padres de diferentes maneras, sea en asilos, en hospitales o en sus propios hogares.

El segundo caso es menos publicitado, pero se da, y se dio por los años 2000. Recuerdo a una Susana Higuchi casi balbuceando ante las cámaras, cómo narraba las torturas a las que fue sometida por su esposo, con la complicidad de su “gemelo” Montesinos, en los sótanos del Ministerio de Guerra, y cómo sus hijos, encabezados por la flamante congresista Keiko Fujimori, la hacían a un lado para colgarse del poderoso Presidente y la ya rica fortuna que asomaba sus fauces desde los dormitorios de palacio.

Ninguno de sus hijos la apoyó. Y Keiko, como “heroína”, pasó a usurpar su lugar como Primera Dama, lugar donde los aromas de la corruptela y la fortuna mal habida doparon a tan inocente doncella, manteniéndola adormecida hasta estos días. Canjear el amor materno por el poder y el dinero no es de gente sana, sea de arriba o de abajo, del medio o del costado. Pero nuestro pueblo olvida y premia, alcahuetea y goza con la corruptela, aunque ésta le quiebre los huesos.

Puedo aceptar la ignorancia intelectual, pero no acepto la ignorancia del alma, la ignorancia de sentimientos; debido a ello es que estamos sumergidos cada vez más en el fango de la corrupción y la desvergüenza, de la confusión y la mentira. Se ve en todos los niveles socioeconómicos: La carencia absoluta de valores es bandera que flamea en casas y parques. En nombre de la modernidad y la mente abierta, cualquier barbaridad es pasada por alto y hasta defendida con uñas y dientes.

Los engaños, la mentira, la infidelidad y la huachafería nos invaden por todos lados. El orden mental, que en psicología se llama cordura, dio paso al desorden mental que es la locura, y reina a sus anchas en nuestra sociedad. Ese mismo desorden en lo emocional hace confundir afecto con conveniencia y educación con alcahuetería. Negocios con inmoralidad y buenos modales con hipocresía. Habilidad con “cabezazo” e infidelidad con viveza. Buen empresario con explotador y rating con “todo vale”.